A toda Vela
Recordemos que habíamos dejado a nuestra tripulación alquimista en un momento de gran tensión: a escasas horas de alcanzar una gran corriente marina debían decidir si tomar la estrategia de atravesarla y ahorrarse unas jornadas de viaje, o bien dejarse llevar por ella atrasando le llegada a la siguiente parada. Para ello, habían convocado una reunión en la que poner en común sus puntos de vista…
Tras la intervención de Nicolás se hizo un gran silencio. Sólo se oían las olas rompiendo contra la proa de la embarcación como llenando un vacío que nadie se atrevía a llenar. Carlos y Sonia, por alusiones, mostraban las posturas más defensivas: brazos cruzados, espalda hacia atrás y un ceño más fruncido por la confusión que por el enfado. Nicolás había puesto el dedo en la herida y aunque fuera muy incómodo mirar, nadie dudaba de que había dado en el clavo. Y ese silencio, que siempre acompaña a las buenas preguntas o reflexiones, daba cuenta de ello.
Por fin, Leo se decidió a añadir palabras a la sinfonía de las olas:
- Gracias Nicolás, era necesario hacer visible lo invisible y tú nos has ayudado -dijo inclinando hacia delante la cabeza en señal de agradecimiento-. Y ahora que siento que hay un espacio para ello, quiero compartir algo que me he estado guardando durante demasiado tiempo. Es una cosa que me avergüenza terriblemente pero ya no puedo aguantar más.
Leo tomó una pausa para recomponerse mientras las olas rugían cada vez con más fuerza zarandeando el barco:
- Yo me mareo… Sé que es absurdo, ¿quién se embarca en una aventura como esta y luego se da cuenta de que sufre de mareos? -dijo tapándose la cara con las manos-. Aproveché nuestra parada en tierra para pasar por la farmacia y hacerme con cuatro cajas de Biodramina que me aliviaran. Y… no sé, entiendo que puedo ser una carga pero cada vez vamos más rápido y yo cada vez me mareo más. Y ahora con la corriente y la perspectiva de acelerar aún más… la verdad es que estoy asustado.
Se hizo un silencio y las olas también parecieron responder al reclamo de Leo dando un respiro de calma.
- Gracias Leo, me parece muy valiente que lo compartas, te lo digo de corazón -respondió Lidia posando su mano derecha en el pecho-. Y ya que se ha abierto la veda, yo también quiero aprovechar para compartir que hace semanas que sufro de ansiedad. Me despierto por las noches empapada en sudor como si me faltara el aire, tengo dificultades para concentrarme en lo que estoy haciendo, estoy en tensión constantemente, como si algo malo fuera a pasar de un momento a otro… Al principio pensaba que era un problema mío, quizá porque soy débil y no puedo sostener tanta presión… Me he machacado mucho y he tratado de ocultarlo.
Lidia hizo una pausa para recoger el pañuelo que su compañera Marina le ofrecía para secarse las lágrimas que caían por su rostro:
- Pero ahora escuchando a Leo me doy cuenta de que no soy la única que lo estaba pasando mal y que a mí también me estaba afectando la velocidad que hemos tomado en las últimas semanas. ¿Por qué vamos tan rápido? ¿Por qué tanta prisa? Hace días que ya no nos juntamos en cubierta a jugar a cartas antes de cenar, muchos comemos solos en nuestro camarote y parece que sólo es importante realizar tareas y avanzar cada vez más rápido…
La conversación siguió de manera que cada uno/a fue expresando su experiencia, está vez mostrando muchos más matices y diversidad (a diferencia de las posturas polarizadas desde las que habían comenzado la reunión). Se dieron cuenta de que, al haber perdido de vista el propósito, se habían perdido ellos/as en una vorágine de tareas, plazos, retos y competición que provocaba la emergencia de diversos síntomas en algunas personas.
Psicopatología en las organizaciones
El reflejo de esta dinámica en las organizaciones es claro: la velocidad, la falta de sentido, la angustia del vacío se llena con frecuencia con una cantidad ingente de tareas que nunca se terminan.
Y es que, aunque quizá no hablemos de ello, en las organizaciones hay disfunciones. De hecho, se pueden establecer paralelismos entre patologías individuales y patologías organizacionales, que serán más visibles en aquellas empresas en las que los equipos de dirección tienen un gran impacto en el clima, la estrategia, el modelo de relación, la estructura y los procesos de la empresa.
Así pues, los comportamientos van dando forma a una culturaCultural Hay más de 200 definiciones de cultura, lo cual ilustra su riqueza. A continuación se alista un serie de definiciones representativas. “Orden propio de carácter simbólico que es producido por él ser humano y que en un proceso de retroalimentación confirma los modos de ser y de pensar (nota y de sentir) de las personas. El orden de cultura entendido como un conjunto de significados y sentidos creados por los miembros de un grupo social, esta indiscerniblemente integrado en todos los ámbitos y esferas de la vida humana y anclado en las prácticas diarias.” Luis Alvarez "La cultura, entonces, consiste en estándares para decidir qué es, para decidir qué puede ser, estándares para decidir cómo se siente al respecto, para decidir qué hacer al respecto y estándares para decidir cómo hacerlo." Ward H. Goodenough “La cultura es un conjunto de soluciones aprendidas que proporcionan éxito, comodidad e identidad. / Pegamento psicológico que mantiene unida a una organización. identidad de diferenciación. / Memoria colectiva y transmisión del pasado al presente." E. Schein “¡Es cómo se hacen las cosas por aquí!” Gallup "Conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.” UNESCO que, a su vez, alimenta unos rasgos y niega otros. En el contexto de una cultura neurótica o tóxica, siempre habrá algunas personas que manifiesten los síntomas de la enfermedad del sistema. Es posible que pasen por un proceso de:
- Culpabilización: «debería adaptarme, ser más rápido/a, más fuerte, más …» (lo que sea que el sistema refuerce). Si no lo consiguen pueden caer en estados de ansiedad, depresión, etc.
- Identificación: no solo ponen los medios necesarios para adaptarse a ese sistema sino que llegan a imponerlo al entorno, pasando por alto, voluntaria o involuntariamente, las necesidades de compañeros, colaboradores, proveedores…
Al mismo tiempo veremos a otras personas que pondrán en marcha mecanismos defensivos (represión, negación, proyección, etc.) para así conseguir lidiar con una cultura potencialmente destructiva.
Ese será el precio por pertenecer al sistema, una necesidad profundamente humana y que, de no ser cubierta, provoca mucho dolor. Pero, como vemos, el coste de pertenecer a una cultura tóxica puede ser muy alto: no solo algunos de los problemas psicológicos mencionados arriba, sino también sintomatología física (ulceras, contracturas, infartos, etc.), porque lo que no soporta ya la psique le ayuda a sostenerlo el cuerpo. Si cambiamos la Biodramina de Leo por otro tipo de pastillas, pongamos ansiolíticos o antidepresivos, podemos ver el reflejo de la neurosis en las organizaciones.
Por otra parte, y en estrecha relación con el punto anterior, podemos observar cómo esas culturas favorecen la promoción e influencia de una serie de perfiles profundamente nocivos como son aquellos con rasgos narcisistas y psicopáticos, que siembran a su alrededor una toxicidad de la que resulta difícil salir indemne. No los reconocemos como tal porque encajan en la cultura prevaleciente, tal vez solo de manera más exacerbada. En este caso la cultura favoreció su ascenso, y recíprocamente, ellos refuerzan la cultura dominante con sus rasgos de personalidad.
Es importante saber que la psicopatología no sólo está en los hospitales psiquiátricos y en las consultas de psicología, y que si no nos cuidamos y no identificamos a tiempo estas culturas, todos/as podemos manifestar síntomas que dan cuenta de nuestro malestar psicológico. Es posible que poco pueda uno cambiar, pero el mero hecho de darse cuenta de la cultura tóxica, puede ser la señal que necesitamos para poner en marcha mecanismos de auto-cuidado que nos ayuden a desarrollar una actitud de cierto desapego y serenidad.
Afortunadamente nuestros alquimistas se dieron cuenta de ello a tiempo, siguieron el viaje a favor de la corriente y consiguieron cruzarla llegando al otro lado sanos y salvos. A veces la vida no nos permite pasar de curso (o saltar a otro nivel) hasta que tenemos las lecciones aprendidas y esta, por el momento, les ha quedado muy clara. ¡Hasta el próximo capítulo!
Itziar Gómez Aparicio
Miembro del equipo Docente del Máster en Liderazgo Transformacional, Satori Institute
Editado con la participación de Paloma Ruiz Lasa
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