El despertar
Tras la observación astronómica guiada por Nico, la tripulación Alquimista se retiró a sus camarotes con el ánimo de descansar y reponer fuerzas para el próximo día. A la mañana siguiente, todos habían bajado a desayunar excepto Marina:
– ¡Qué hambre tengo! Esto de las constelaciones me dejó agotada. Pásame el pan por favor Carlos –pidió Sonia–. Por cierto, ¿dónde está Marina?
– Ahí tienes–ofreció Carlos extendiendo el brazo con la cesta de pan en la mano–. Me parece que se le han pegado las sábanas. He oído su despertador pero aún no ha abierto la puerta.
– Pues es raro, Marina siempre se levanta como un polvorín, ¿no estará enferma?– preguntó Elena visiblemente preocupada.
En el instante en que terminaba su pregunta aparecía Marina subiendo las escaleras que la llevaban a proa.
– De enferma nada, ¡aquí me tenéis! –dijo estirando los brazos–. Lo que pasa es que he tenido un sueño un tanto extraño y me ha costado hasta levantarme de la cama.
– Ah, ¿sí? ¡Cuenta, cuenta! ¿Sabéis que los aborígenes australianos comparten lo que han soñado todas las mañanas con el resto de la tribu?–intervino entusiasmado Nico.
– Venga, os lo cuento si me vais sirviendo un café –accedió Marina aún con legañas en los ojos–. Tras la conversación sobre las constelaciones y los sistemas de anoche, me fui con la cabeza bullendo a la cama y el resultado ha sido el siguiente sueño: me despertaba hoy como si de un día más se tratara y, de repente, me decíais que estábamos a bordo del »Holandés Errante».
– ¿El qué? –preguntó Sonia.
– El »Holandés Errante» u «Holandés Volador», es un barco fantasma condenado a vagar eternamente surcando los océanos –apuntó Nico–. La leyenda dice que el capitán del barco hizo un pacto con el diablo para poder navegar sin importar las inclemencias que Dios pusiera en su camino y que éste último le castigó a vagar sin tocar la tierra jamás.
– Eso es. Entonces, cuando me decíais eso, yo iba corriendo en dirección al timón para cambiar el rumbo a tierra y ¡me daba cuenta de que no había timón! Después intentaba hablar con vosotros pero estabais como hipnotizados, yendo de un lado para otro sin sentido y sin mediar palabra. Ahí me angustiaba mucho y no sé cómo entendía que estabais embrujados y que para acabar con el hechizo tenía que encontrar el timón. Entonces, me asomaba al mar y veía que a través de las olas brillaba un objeto circular…
– ¡El timón! –exclamó Carlos con la boca llena de magdalenas.
– Pues no podía estar segura del todo, pero había que arriesgarse. Y justo cuando me he lanzado al mar a por él… ¡zas! Me he despertado de golpe –concluyó Marina.
– Todo un acto heroico Marina –añadió Leo–. Probablemente te encontrabas bajo el influjo del arquetipo de la heroína.
– ¿.. qué? –preguntó Marina.
– Arquetipo –dijo Nico–. Eso es como un rol, ¿no Leo?
– Bueno, no exactamente. Puedes desempeñar muchos roles, en el ámbito profesional, familiar o social en general. Por ejemplo aquí en el barco nos hemos distribuido los roles necesarios para que esto funcione: Sonia es la capitana, Elena hace las veces de enfermera, Nico el ingeniero de máquinas, Carlos hace las veces de maestre encargándose del abastecimiento y los temas económicos y de intendencia, Marina es la que organiza los turnos y a todos como equipo en función de las tareas diarias y yo me encargo de los nudos, averías, mantenimiento, etc.
– Sí, aunque son roles bastantes flexibles que podemos intercambiar si es necesario– puntualizó Sonia.
– Sin duda –dijo Leo–. Además, cuantos más roles jugamos en una sociedad, contribuye a una mayor salud y bienestar porque nos permite desarrollar más partes de nosotros mismos y estar más conectados con otras personas.
– Escuchándote Leo, me parece que no es fortuito el lugar que ocupamos en el barco. Yo me doy cuenta de que en mis grupos siempre soy la que cuida y está pendiente de los demás y en mi familia también es así –confesó.
– Sí, yo también me he quedado dándole vueltas –compartió Carlos–. Al final suelo ocupar un lugar en el que proveo a los demás a través de lo material, es una forma de cuidar quizá menos evidente.
– Inconscientemente solemos ocupar el mismo lugar que tuvimos en nuestra familia de origen, que fue el primer escenario social que experimentamos, donde se formó nuestra imagen del mundo y el lugar que ocupamos en él. Hasta que no nos damos cuenta, podemos estar repitiendo una y otra vez la misma historia, como el »Holandés errante» del sueño de Marina –concluyó Leo.
– Ya veo…–musitó Sonia–. Y entonces, ¿qué son los arquetipos y qué les diferencia de los roles?
A partir de aquí la tripulación alquimista comenzó una extensa conversación acerca de los arquetipos que pasaremos a resumir aquí:
¿Qué son los arquetipos?
El psiquiatra Carl G. Jung explicaba el origen de los arquetipos como «depósitos de las experiencias constantemente repetidas de la humanidad». Y añadía sobre los mismos: «Como poseen su propia energía específica –ya que se comportan como centros de poder autónomos intensamente cargados–, ejercen una fascinación y una influencia posesiva sobre la mente consciente, y pueden producir por esto amplias alteraciones en el sujeto.»
Entonces, los arquetipos podrían definirse como patrones o formas originales y universales que se repiten y ejercen su influencia en la psique individual.
¿Qué tipos de arquetipos existen?
Existen arquetipos familiares como la madre, el padre o la hija, por ejemplo. Y también podemos encontrar otros que aparecen de forma recurrente en las grandes historias y cuentos: el héroe, el sabio, el brujo, el príncipe, el huérfano… Todos ellos en su versión masculina/femenina. Estos no son sólo personajes que aparecen en historias ajenas, sino que también forman parte de nuestras historias personales.
¿Cómo se interrelacionan los arquetipos, los roles y la cultura?
Si bien como decíamos los arquetipos son universales, pueden expresarse de manera diferente en función de la cultura en la que operen. El núcleo es el mismo, pero la forma que adoptan se adecuará a cada contexto cultural e histórico. Por ejemplo, la expresión del arquetipo de la madre en la India podrá diferir de la madre en Noruega y, sin embargo, esencialmente compartirán las cualidades esenciales. Por su parte, el arquetipo del héroe contemporáneo poco tiene que ver en apariencia con el Ulises que emprendía un viaje de por vida o el caballero que luchaba empuñando su espada. Lo que sí sigue mostrando, como ellos, es coraje y un sacrificio de sus intereses y deseos personales para ponerse al servicio de algo mayor.
La cultura (del sistema, la región, el país, etc.) por tanto, modula la expresión de los arquetipos a través de los roles, pero en ningún caso modifica su esencia pues éstos contienen a la propia cultura y no al revés.
¿Cómo influye todo esto en el contexto organizacional?
Ya sabemos que cada organización o empresa es un sistema que contiene a su vez otros subsistemas. Como todo sistema humano, está impregnado de las características humanas de manera tan esencial que muchas veces es imperceptible. Por ejemplo a nivel departamental, es interesante observar las influencias arquetipales sobre las diferentes funciones: mientras ventas estaría más cercana al arquetipo del guerrero, compras implica más la función de nutrición hacia dentro, como parte de las cualidades de la madre. A veces los clientes se perciben como las sirenas que con sus cantos hacen virar el rumbo estratégico de la empresa, y otras, la persona que fundó la empresa cumple a la perfección con el arquetipo del héroe.
Así, a la capa de la cultura le sumamos una más que descarga su influencia sobre la organización y que hace que algo tan aparentemente sencillo como un rol, esté cargado de tanto contenido. Esto puede observarse cuando una persona es contratada por la organización, cuando es promocionada o cuando se crea un nuevo rol: el peso del arquetipo, la cultura, el sistema y subsistema cae sobre ella…
Abrir la perspectiva para incluir este entramado puede ayudar a manejarse un poco mejor, ganar comprensión cuando aparecen disfuncionalidades en los equipos y las organizaciones. A veces participamos en luchas contra cíclopes y gigantes sin siquiera saberlo. Luchas que son el reflejo de una falta de ajuste entre el contexto en el que la persona opera y la compleja confluencia en su teatro interior.
Pero más allá de lo individual, explorar el efecto y las conexiones que los arquetipos tienen sobre los valores de la organización podría aportar una comprensión más profunda de la propia cultura organizacional y sugerir caminos de intervención que alinearan la cultura con el cumplimiento de la misión.
¡Hasta el próximo capítulo!
Itziar Gómez Aparicio
Miembro del equipo Docente del Máster en Liderazgo Transformacional, Satori Institute
Editado con la participación de Paloma Ruiz Lasa
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